El artículo explora y redefine el concepto de la pobreza más allá de sus acepciones económicas o de voto religioso. El texto argumenta que la verdadera pobreza en el laico no radica en el desprendimiento total de bienes materiales, sino en el desarrollo de una actitud de compartir los bienes espirituales, morales y cognitivos con los más necesitados. La autora vincula esta visión con la Misión Compartida de la Iglesia y la obra lasallista, la cual se compromete con la ayuda económicamente a los pobres, víctimas de injusticia, delincuentes y marginados. Se enfatiza que la liberación y el cumplimiento del papel cristiano del laico se concretan en el ejercicio de la solidaridad y la caridad, haciendo del desprendimiento de los bienes inmateriales el camino hacia una mayor riqueza espiritual.