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El artículo se centra en el espíritu de la Comunidad Seglar Lasallista, definiendo a sus miembros como hombres y mujeres que participan de la espiritualidad de San Juan Bautista de La Salle y su misión educativa. Esta comunidad se anima por la fe, la fraternidad y el servicio, compartiendo el objetivo de priorizar la dignidad humana y de comprometerse con la justicia y la paz. Los seglares están llamados a vivir su vocación en lo cotidiano y a promover el bien común mediante su participación activa en los ámbitos político, social, económico y cultural, sin ser indiferentes ante el sufrimiento o la pobreza. La autora analiza este espíritu a través de tres virtudes fundamentales. La unión y caridad es el mandamiento supremo, que se manifiesta en el amor a Dios y al prójimo, y exige restaurar el orden temporal según los principios cristianos. La obediencia tiene a Cristo como modelo, quien se somete a la voluntad del Padre con entera libertad, siendo esta virtud el principio de todas las demás y un medio para sanear las estructuras del mundo con un sentido moral. Finalmente, la regularidad consiste en la observancia fiel de las reglas y prácticas de la comunidad, estableciendo el buen orden, la paz y la unión, y considerándose el primer medio de santificación y de manifestación de la voluntad de Dios. La práctica de estas virtudes sintetiza el Evangelio y es esencial para que los seglares sean agentes de cambio en el mundo.