Abstract
En un sentido estrictamente lingüístico, cualquiera voz, en tanto representante físico de una formulación conceptual, a su vez simbolización de trozos de realidad —en cualesquiera de sus caras—, se obliga a denominar y determinar con intenciones de precisión aquel referente a que alude su articulación; y lo hace con el objeto de establecer entre quienes intercambian información una relación unívoca respecto de los contenidos materia del discurso.